«En el último día, Jesús dirá a los que están a su derecha: “Vengan,
entren al Reino. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me
dieron de beber, estuve enfermo y me visitaron”. Luego Jesús les dirá a
los que están a su izquierda: “Apártense de mi porque tuve
hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber,
estuve enfermo y no me visitaron”. Ellos le preguntarán: “¿Cuándo te vimos
hambriento, o sediento o enfermo y no te ayudamos?” Jesús les
responderá: “Lo que dejaron de hacer por uno de éstos más pequeños,
ustedes dejaron de hacérmelo a mí!”.
En los evangelios, Jesús dice claramente: “Ámense como yo los
he amado”. Jesús murió en la Cruz porque eso es lo que se requería de Él
para hacer un bien por todos nosotros, para salvarnos de nuestros pecados
de egoísmo. Él dio todo para cumplir con la voluntad del Padre para
demostrarnos que nosotros también debemos estar dispuestos a darlo todo
para cumplir la voluntad de Dios, para amarnos los unos a los otros como Él
nos ha amado. Si no estamos dispuestos a darlo todo para hacer el
bien al prójimo, el pecado todavía vive en nosotros. Es por ello que nosotros
también debemos dar hasta que duela. No es suficiente que digamos
“Amo a Dios”. Tengo también que amar a mi prójimo. San Juan nos advierte
que somos mentirosos si decimos que amamos a Dios y no amamos a nuestro
prójimo.
¿Cómo se puede amar a Dios, a quien no se ve, si no amas a tu prójimo a
quien puedes ver, puedes tocar, y con quién vives?
Por lo tanto, es muy importante entender que amar, para que sea
verdadero amor, tiene que doler. Debo estar dispuesto a darlo todo, lo que
sea para no hacerle daño a la gente y, de hecho, para hacerle el bien. Esto
requiere que yo esté dispuesto a dar hasta que duela. De otro modo, no hay
verdadero amor en mí y por ende, en lugar de traer buenas noticias, le
traigo injusticia, y no traigo paz a los que están a mi alrededor. A Jesús le
dolió amarnos.
Hemos sido creados a Su imagen para cosas mucho más grandes,
amar y ser amados. Debemos “vestirnos de Cristo” como dicen
las Escrituras. Por eso, hemos sido creados para amar y ser amados,
Dios se hizo hombre, comprobamos que podemos amar de la misma
manera que Él nos amó. Jesús se hace el hambriento, el desnudo, el
desamparado, el rechazado, y nos dice, “me lo hicieron a
mí”. En el último día Él le dirá a los de su derecha: “Lo que hicieron a
uno de mis pequeños, me lo hicieron a Mi” y también dirá a los de su
izquierda: “Lo que dejaron de hacer a uno de mis pequeños, me lo
dejaron de hacer a Mí”.
Cuando Jesús moría en la cruz, dijo: “Tengo sed”. Jesús está
sediento por su amor, esta es la sed de todos, pobres y ricos. Todos
estamos sedientos por el amor de otros, ver que alguien vaya
fuera de su camino no solo para dejarnos de hacer un daño sino al
contrario para hacernos un bien. Este es el significado del
verdadero amor, dar hasta que duela.
Me sorprendió ver en el Occidente, que tantos jóvenes se entregan
a las drogas. Yo he tratado de averiguar por qué. ¿Por qué en el
Occidente son así, si tienen muchísimo más que los de Oriente? La
respuesta fue: “Porque no hay nadie en sus familias para recibirlos”.
Nuestros hijos dependen de nosotros para todo, su salud, su nutrición,
su seguridad, el conocer y el amar a Dios. Por todo esto, ellos nos
miran con confianza, esperanza y expectativa.
Siento que el mayor destructor de la paz hoy en día es el aborto,
porque es la guerra en contra de los niños, el asesinato directo de
los inocentes, asesinato de la madre en contra de sí misma.
Por lo tanto el aborto solo lleva a más abortos. Cualquier país que
acepte el aborto, no le enseña a su gente a amar, sino a utilizar
violencia para recibir lo que quieran. Es por esto que el mayor
destructor del amor y de la paz es el aborto.
¿Pero qué es lo que Dios nos dice? Él dice: “Aunque la madre
olvidase a su hijo, Yo no te olvidaría. Te he grabado en la palma de mi
mano”. Todos estamos grabados en la palma de sus manos; el niño que
fue abortado, también está grabado en la palma de su mano desde el
momento de la concepción y es llamado, por Dios, para amar y ser
amado, no solo ahora en esta vida, sino para siempre. Dios no nos olvida
nunca.
Hay demasiado odio, demasiada miseria, y con nuestras oraciones,
con nuestros sacrificios comenzamos desde el hogar. El amor comienza
en casa, y no es cuánto hacemos, sino cuánto amor ponemos en
lo que hacemos.
Desde aquí, un aviso de cuidar a los más débiles, a los no nacidos,
debe salir hacia el mundo. Si ustedes se convierten en un faro ardiente
de justicia y paz en el mundo, entonces verdaderamente serán fieles
a lo que los fundadores de este país representaban. Que Dios los
bendiga!».